La Grise: los impresores franceses y los gatos






La Grise: los impresores franceses y los gatos

Hilario Herrera Tapia

La historia se ha sumergido en los últimos años en el estudio no solamente del hombre, sino ahora en su entorno cultural y social que lo rodea. Es el caso de la  historia cultural que se encarga de estudiar los modos de vida, costumbres, conocimientos, y formas de pensar en una época. El propósito del siguiente texto es dar a conocer un caso de estudio de historia cultural. Éste se remonta en el siglo XVIII en Francia, cuando un grupo de impresores parisienses masacraron a varios gatos que merodeaban las calles –principalmente la de Saint Séverin, en París– , techos y paredes en el terreno del dueño de una imprenta. Nicolás Contat es un impresor de oficio junto con otros de sus compañeros que vive y experimenta la explotación laboral de su jefe y su esposa acompañada de la sobreprotección de su gata: “La grise”, su jefe Jaques Vicent, les da un espacio para que puedan vivir en el patio cercano de su negocio, un lugar frio, húmedo, y desagradable con condiciones inadecuadas.  De igual forma, les ofrecía  comida insalubre, como carne rancia y podrida que ni los gatos de los dueños se la comían, quienes vivieron en especial  estos hechos fueron los aprendices Jerome (que fue el seudónimo con el que parece Contat en un relato de su vida) y Léveillé que era otro aprendiz en el taller (Darnton, 2011, p. 81). La costumbre de tener gatos toma un papel importante en los dueños de las imprentas de París,  por lo menos  cada dueño tenía 25 de estos animales, quienes no solamente se veían en el establecimiento, sino también retratados en pinturas en las paredes de las casas de los dueños burgueses; alimentados con aves asadas algo que mucho recelaba los obreros impresores, que al parecer se volvió en voga en la clase media y alta.

            El problema central para Contat y Léveillé son los gatos, ya que fueron un lastre desgastante para estos obreros que no podían conciliar el sueño en sus noches de descanso, porque los gatos del dueño se apoderaban del techo del cuarto donde se alojaban. La noche acompañaba a los gatos con el escandaloso y fastidioso maullido que éstos convertían sobre su techo. Los aprendices quiénes se tenían que levantar de la cama desde las cuatro a cinco de la mañana para  emprender las largas jornadas en la imprenta tenían que soportar y vivir con el acompañamiento de los gatos. El dueño que rara vez se presentaba en el establecimiento y que dejaba que el capataz dirigiera al personal, solamente aparecía para descargar su mal humor y desquitarse con los trabajadores. Hasta que una ocasión a unos de los aprendices: Léveillé se le ocurrió la idea de aprovechar su talento de mímica y se subió al techo de la imprenta, gateando hasta llegar a la habitación de la casa del dueño; expresando una gran cantidad de maullidos semejantes a los de un gato, por varios días aplicó la misma experiencia que ellos vivían, hasta que un día el dueño y su esposa pensaron que los habían embrujado, varias noches no habían podido dormir, por lo que Vicent decidió ordenar a los obreros de su imprenta que masacraran a todos los gatos del vecindario que no los dejaban dormir, su esposa aclaró que solamente no tocaran ni asustaran a una en especial: Grise, la gata consentida de la esposa del dueño.

            Esta situación la vieron los trabajadores como una oportunidad para masacrar a todos los gatos del lugar, en especial a la gata Grise, Contat y Léveillé fueron de los primeros en iniciar la persecución con mangos de escoba, varillas de las prensas de la imprenta, la primer víctima fue la  gata de los dueños; Léveillé la capturó y le rompió la columna con una varilla de fierro y su compañero la terminó de matar, ocultando el cuerpo de la gata en un albañal (un canal por donde salen las aguas residuales).  Por lo anterior, sus compañeros se dedicaron a atraparlos por medio de sacos y colgarlos, posteriormente, los aventaron al patio moribundos, éstos simularon un juicio sumario ante los gatos como si se trataran de personas a enjuiciar, una actuación de venganza protagonizada por guardias, confesor y verdugo.

            El ambiente simbólico que se genera en este suceso narrado por Contat, nos lleva a interpretar una matanza de gatos originada por el maltrato de los dueños  hacia sus trabajadores y el final de un apabullante convivencia de gatos que hacía de sus vidas una crueldad por la sobreprotección y el ruido que éstos generaban  en las noches mientras descansaban. Los trabajadores se convirtieron en unos adolescentes; provocaron una maldad que se vio experimentada por los dueños, dando libertad para terminar con esos momentos desagradables. La esposa celebró la masacre en el patio, no olvidando que entre esos gatos podría estar su gata, los obreros quien inmediatamente le dejaron claro; bajo un respiro de hipocresía que jamás se atreverían a hacer algo así.

            La matanza terminó cuando el esposo llegó y observó un desorden acompañado de la suspensión de labores por parte de los impresores, inmediatamente con un rigor de autoridad los puso a trabajar bajo la inocencia de aquel acto con la gata de su esposa, Grise no aparecía por la casa de los dueños, por lo que la dueña determinó que la habían matado sus trabajadores, expresando: “Como estos malvados no pueden matar a sus patrones mataron a mi gata”, no pudiendo comprobar la muerte de su gata, se retiraron del patio con una humillación apoderada por la impotencia. En los días siguientes, Léivellé protagonizó de manera burlesca lo sucedido en aquella masacre de gatos. Podemos destacar que para ese momento este aprendiz se convirtió en un personaje admirado por el gremio, ya que los gatos al ser amados por los burgueses y sus patrones, representaban el punto de odio por la clase trabajadora de la imprenta. Las condiciones para progresar eran muy pocas, el obrero prácticamente se tenía que casar con la viuda del dueño, ya que para ser patrón para esos años se había vuelto un privilegio hereditario que pasaba del esposo a la esposa y de ésta al hijo (Darton, 2014, pp. 353-355).

            El gato representa un punto simbólico de sacrificio en las ferias populares o carnavales donde algunos pobladores torturaban a este animal con la finalidad de atraer mejoras para sus vidas. Algunos de éstos, eran los festejos del  solsticio de verano, donde la gente prendía fogatas y tiraba diversos objetos; uno de ellos eran los gatos, quienes los ataban, los metían en bolsas o los colgaban en cuerdas y los quemaban. Los parisienses solían  matar a los gatos  a través de sus sacos, por medio de la asfixia, otros habitantes recurrían a prenderles fuego y perseguirlos por las calles generando un ambiente hasta cierto punto divertido para estas personas.

Casos de estos encontramos en Borgoña, y en la región de Metz, Francia, donde por ejemplo los gatos son quemados en una canasta en la hoguera, ceremonia que fue vetada en 1765. Las ceremonias y ritos no solo se ven acariciadas por los gatos, Contat cuando inició sus primeros pasos como impresor en la imprenta del señor Vicent, tuvo que experimentar algunas prácticas simbólicas para subir al puesto de oficial impresor. En su imaginario, los artesanos impresores creían que al llegar un aprendiz nuevo, éste tenían que llevar a cabo una ceremonia donde los impresores más viejos le obsequiaron un delantal: proceso por el cual pasó Contat ante la mirada de todos los trabajadores, en el centro de una habitación acompañado de un discurso emergido por los oficiales más veteranos, uno de ellos quien le colocó el delantal sobre la cabeza y se lo amarró por la cintura, después se amenizó con una comida y mucho con vino.

            Sus primeros meses tuvo que convalecer con el egoísmo de los oficiales, quienes prácticamente no le enseñaban nada, se las ingenió y aprendió todas las actividades de un oficial impresor. Cuatro años después, logró el grado y reconocimiento de oficial, no antes sin pasar por otra ceremonia ante sus compañeros. Esta vez le piden fidelidad, y que no ponga en práctica la traición hacia el gremio, una de estas peticiones es que si un obrero abandona la imprenta, ninguno de los trabajadores que se quedan debe de hacer el trabajo por menor costo, la hipocresía  y la falta de honradez son elementos no aceptados por los impresores franceses.

            Una matanza de gatos llevó Dartón a estudiar el fenómeno cultural de los habitantes de Francia en el siglo XVIII, y de paso a entender algunas prácticas rituales que se hacían para atraer el bienestar o para dar libertad de reconocimiento a aquellos  obreros que pasaban por un proceso de aprendizaje autodidacta y de perseverancia. Los gatos han estado arraigados a las personas desde los egipcios, se han apoderado del vivir cotidiano de los grupos sociales y utilizados como medio para el bien y mal dentro de ese mundo supersticioso de creencias. A lo anterior, para tener suerte con las mujeres  o viceversa; se creía que acariciándolos generaría este bienestar, o protegería una casa nueva con su familia donde se emparedaban a los gatos vivos en las paredes, al menos así lo creían algunos franceses de la época.

Podemos ver que la astucia y genialidad de los aprendices generó en los dueños una idea al pensar que estaban siendo embrujados por medio de los gatos, y que el remedio adecuado para terminar con ese maleficio era masacrando a estos animales. Por su parte,  el aprendiz Léivellé se convierte en el orquestador principal, imaginado por los dueños como una persona envidiosa que les desea el mal -jamás teniendo en cuenta que era uno de sus trabajadores- y qué mejor  provocando por las noches  unos maullidos semejantes a los de una persona para que vivieran sus patrones lo mismo que ellos pasaban cada noche en aquel cuatrichil.

Los aprendices vieron en los gatos y en la Grise una representación de venganza en contra de sus patrones, interpretando por medio de parodias teatrales las acciones de éstos hacía ellos, desde las infidelidades de la patrona con un cura de 20 años que entraba y cenaba en la casa de los dueños hasta el maltrato que se daba en la imprenta hacia ellos. Para los trabajadores fue una válvula de escape para desahogar todo el coraje y resentimiento a través de la masacre y la burla de su patrón al ser un esposo cornudo. Los gatos prácticamente desplazaron a los trabajadores de la  atención de sus patrones, llegaron a ocupar un papel familiar más cercano rodeado de simbolismos como la brujería, domesticidad y la sexualidad, el primero de ellos al pensar que los gatos estaban poseídos por algún brujo o bruja que le tenía envidia por su cómoda vida y su negocio, el segundo por ver a estos animales como miembros de una moda cultural de convivencia con los dueños en los principales talleres de imprentas y en sus casas en París, el tercero al ver que la dueña se veía representada en su gata La Grise, como un animal que se transformaba para salir o entrar a su casa no como la dueña, sino como la amante de un joven religioso que llegaba a entrar a la casa del dueño ante la ingenuidad de éste, mas no para los aprendices y trabajadores que se revelaba su infidelidad ante sus ojos.     


El primer escenario de la crueldad, de William Hogarth, Museo Briánico.
   
               


                        
 Bibliografía

Darnton, R. (2011). La gran amatanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (8 ed.). (C. Valdés, Trad.) México: Fondo de Cultura Económica.
Darton, R. (2014). El beso de Lamourette, reflexiones sobre historia cultural. (A. Saborit, Trad.) México: Fondo de Cultura Económica.





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