Aquelarres de brujas
Aquelarres de brujas
Arturo Moreno Baños
En
la antigüedad se creía que los aquelarres eran encuentros organizados con
esmero para que las brujas se reunieran con el diablo a fin de adorarlo, ser
instruidas en el mal y entregarse a actos antinaturales. La idea de dichas
reuniones fue una adición posterior a la creencia en las brujas, y se convirtió
en elemento importante a finales del siglo XVI.
Sin
duda los grupos disidentes se reunían en lugares aislados, pero está claro que
las descripciones de los aquelarres reflejan el temor de las autoridades. Miles
de mujeres aseguraban que habían asistido mientras que estaban aparentemente
dormidas, en su cama.
Sus
confesiones se extraían con torturas o se hacía que se les soltara la lengua
con bebidas, drogas o por estar somnolientas. Las mujeres querían notoriedad,
confundían fantasías y temores con la realidad o buscaban venganza. En Europa,
se les forzaba a identificar a sus cómplices.
Las
imágenes de cuanto pasaba varían, aunque los procedimientos básicos coinciden.
Las brujas iban por la noche a los aquelarres por medios ocultos, a menudo
montadas en escobas o a lomo de demonios. A veces se llevaban a niños como
compañeros. Refrendaban su lealtad al demonio, informaban sobre sus actos
maléficos y recibían de Satanás consejos, alabanzas o castigos; festejaban,
bailaban y se entregaban a actos obscenos.
Pierre
De Lancre, cazador de brujas francés de principios del siglo XVII, anotó
descripciones de prácticas orgiásticas en las provincias vascongadas. Las
brujas vascas también practicaban el vampirismo infantil, violaban tumbas y
devoraban cadáveres. Las brujas alemanas tenían debilidad por el excremento
humano haciendo de la coprofilia un gusto total. El sacrilegio y la blasfemia
dominaban en otras regiones, donde la hostia se profanaba en todas las formas
concebibles.
En
Escocia, quizá como reacción ante el austero régimen presbiteriano, los
aquelarres y las orgías reflejaban los jolgorios campesinos. En 1612, en
Inglaterra, para las festividades de Malking Tower “hubo comestibles como
carne, mantequilla, queso, pan y bebida”. Otro escritor subrayo la
disponibilidad de vino, cerveza, caldo y carne. Las brujas suecas gustaban de
la leche, los potajes y el pan blanco dulce.
Se
supone que los aquelarres tenían lugar el 31 de octubre (Halloween), el 30 de
abril (La noche de Walpurgis), y en cada uno de los cuatro festivales paganos
incorporados al cristianismo como: la candelaria (2 de febrero), la vigilia de
San Juan Bautista (23 de junio), la fiesta de las cosechas o Lammas (1° de
agosto) y la fiesta de Santo Tomás (21 de diciembre), sin embargo podían ser
más frecuentes.
En
1611 la hermana Madeleine de Demandolx, en Francia dijo: “desde mi conversión
(a la brujería) hay un aquelarre todos los días”. El número de participantes
dependía de la fantasía de los cazadores: De Lancre habla de 100.000 y muchas
confesiones mencionan de 50 hasta 100.
Los
problemas con las brujas iban en aumento por lo que en 1484 el papa Inocencio
VIII autorizaría a los monjes dominicos alemanes Heinrich Kraemer y Johann
Sprenger ejecutar el famoso “Malleus Maleficarum” (del latín:
Martillo de las Brujas) el
tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución
de brujas
y la histeria brujeril del Renacimiento. Es un exhaustivo libro sobre la caza de
brujas, que luego de ser publicado primero en Alemania,
tuvo docenas de nuevas ediciones, se difundió por Europa
y logro un profundo impacto en los juicios contra las brujas en el continente
por cerca de 200 años. Se calcula que en Europa murieron quemadas alrededor de
500 mil o quizá hasta el millón de personas acusadas por brujería.
El
antropólogo Marvin Harris profesor de la universidad de Harvard, sostiene una
importante tesis sobre la cacería de brujas la cual sostiene que las brujas
serían las principales víctimas de la persecución europea, acusadas de originar
todos los males y la pobreza, sequias e inundaciones; siendo de esta forma que
millones de personas fueron masacradas por supuesta hechicería cuando la
realidad es que eran el chivo expiatorio de los voraces y despreocupados
príncipes que vivían en el lujo. Mientras que sus siervos morían de hambre y
penurias. Hugh Trevor erudito en la materia sostiene que el 82% de los
condenados fueron mujeres.
Para
concluir como dato anexo e hilarante basta decir que en el año de 1770, una ley
inglesa condeno a las mujeres engañeras ya que estas pérfidas seducían a los
súbditos de su Majestad y los empujaban al matrimonio utilizando malas artes
tales como: perfumes, pinturas, baños cosméticos, dentaduras postizas, pelucas,
rellenos de lana, corsés, armazones, aros y aretes y zapatos de tacón altos.
Las autoras de estos fraudes, decía la ley “serán
juzgadas según las leyes vigentes contra la brujería y sus matrimonios serán
declarados nulos y disueltos”. Sin duda el atraso tecnológico impidió
añadir las siliconas, la liposucción, el bótox, las cirugías plásticas, la
obsesión en la reducción de peso y otros prodigios químicos y quirúrgicos utilizados
hoy en día, para una belleza que en la antigüedad era vanidad y sinónimo de
brujería.
Francisco de Goya, El aquelarre, 1797-1798. |
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