Recuerdos del presente

Recuerdos del presente

Lino Hernández Islas 

Myriam se encontraba en la cafetería de su escuela, estaba sola ocupando una mesa, tratando de dar los últimos toques a una carta dirigida a su novio, un amante de la Historia y de la vida. Myriam sonrió, con ese encanto que iluminaba su rostro, al recordar que en una ocasión le dijo a su enamorado:

-Te amaré hasta la locura, como Carlota a Maximiliano; siempre estaremos juntos, como el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl; nos querremos en las buenas y en las malas, como Diego y Frida.

     Myriam también recordó que ese día por la mañana había visto un noticiero televisivo. Se habló acerca de la supuesta identidad del subcomandante Marcos y de las medidas del gobierno para capturarlo; también, se habló acerca de la crisis económica y los esfuerzos para superarla. Myriam suspiró pensando en lo compleja que puede ser la realidad, pero se alegró al recordar que ésta también puede ser maravillosa y, para no dejar de sentirse bien, se concentró en lo que había a su alrededor: gente joven y despreocupada que platicaba animadamente mientras en la rocola sonaba una canción de la cantante Alanis Morrissette, cuya voz apenas se escuchaba entre la confusión de sonidos del lugar.

     Myriam evocó una vez más el recuerdo de su galán y volvió a convencerse de que una de las cosas que más le gustaba de él era su idealismo. Él decía que algún día volvería a haber un movimiento social capaz de plantarle cara al gobierno y que los votantes de este país no se limitarían a pensar que con depositar su voto en las urnas habían cumplido con sus obligaciones ciudadanas; también, decía que la juventud mexicana se interesaría cada vez más por leer e informarse, y, para asegurarse de que eso pasara, le regaló a Myriam 1984 de George Orwell. A ella el libro le había gustado mucho, aunque eso no evitó que pensara en lo absurdo que puede ser el hecho de pasar todo el día mirando una pantalla, como algunos de los personajes del libro. No, ese día no llegaría, pensó ella. ¿De verdad, la juventud mexicana pasaría la mayor parte de su tiempo con la mirada y la conciencia secuestradas por una pantalla, grande o pequeña?; si eso llegara a pasar, ¿sería una consecuencia de la “modernidad”?, ¿sería peligroso vivir así?, ¿a alguien le convendría que eso pasara? Aunque, pensándolo bien, quién sabe, a lo mejor ese día nunca llegaba, pues se decían tantas cosas con respecto a las teorías apocalípticas.  -Por eso es bueno informarse- dijo Myriam para sí misma.

     Finalmente, nuestra muchacha se alegró al imaginar que si algún día la gente encontraba muy necesario el hecho de pasar buena parte de su tiempo con los ojos fijos en una pantalla, también podría encontrar cosas interesantes, algo que invitara a reflexionar, por muy imperfecto que fuera; algún sitio destinado a la divulgación de la Historia y el conocimiento en general o simplemente algún texto con pretensiones literarias.

     Myriam se levantó de su asiento y nuevamente su rostro se iluminó con una sonrisa, porque sabía que, seguramente, alguien más compartiría sus pensamientos.


Maximiliano y Carlota

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